Y eso empieza en nuestros primeros años de vida, cuando experimentamos nuestras primeras lecciones cargadas de emociones y que por ende no son tan sencillas de olvidar. Por ejemplo si observamos a nuestros padres cruzar por medio de la pista o hacer compras en medio del tumulto, apresurados, sin respetar el orden de llegada a un establecimiento. Escucharles vociferar su pedido, pretendiendo que los atiendan de manera urgente, entre otras actitudes; hace que el niño empiece sus aprendizajes básicos de esta manera y que luego configurarán un patrón de comportamientos futuros.
Si utilizamos el argumento anterior, en el contexto actual, nos podemos dar cuenta de los errores en los cuales ha incurrido el gobierno en el diseño de su campaña informativa en los medios de comunicación, pues estaba orientada a un público de clase media, que tiene acceso a los acontecimientos nacionales y mundiales. Desfilaban actores, políticos, personajes públicos, líderes de opinión diciéndole diariamente a la población: “quédate en casa”. Todo estaba estandarizado, como si en nuestro país habitaran un público homogéneo.
Las campañas informativas, más que educativas, apelaban a la consciencia de los peruanos pero no incidían en la apreciación gráfica ni visual del modo de hacerlo y lo peor es que no iban acompañadas de una explicación del por qué lo hacíamos. Existiendo en el país una diversidad cultural enorme, quizás, hubiese sido más útil , pedir a los cómicos ambulantes, cantantes vernaculares, grupos de cumbia y demás personajes ligados a los sectores más populares que participen en una gran una campaña educativa con un alto contenido emotivo que pueda contrarrestar la férrea oposición de los patrones de comportamiento ya adquiridos. Pues la capacitación, resuelve el problema del conocimiento, pero no puede operar en contrarrestar las ideas firmemente arraigadas, que están almacenadas en nuestra memoria gracias a las emociones. Es decir, si yo te capacito en la adopción de nuevas medidas sanitarias, inmediatamente no vas a adoptar dichos hábitos. Ese quizás fue el gran desafío que enfrentó este gobierno. Pero no lo hicieron bien, pese a tener asesores -que no “leen” la realidad de la manera adecuada-para dicho propósito.
El gobierno conociendo la realidad y el comportamiento de las personas, tuvo que revertir las primeras medidas de confinamiento a las cuales fuimos sometidos, pues la economía se vio resquebrajada debido al enorme impacto de la pandemia en el crecimiento económico del país. Sin la adecuada internalización de las precauciones, muchos trabajadores tuvieron que asistir a sus centros laborales, copando los servicios de transporte urbano. Quienes no tomaron las medidas necesarias y se confiaron en demasía, adquirieron el virus y en muchos casos no han podido sobrevivir por la falta de una ayuda oportuna de un sistema de salud totalmente colapsado.
Aun así, la población más reacia al cambio, al observar que sus seres queridos, se han ido contagiando, han tenido que adoptar a regañadientes éstas nuevas medidas sanitarias, pues el contagio se ha incrementado y va en aumento de manera irreversible Y lo han hecho porque la adopción de nuevos hábitos relacionados con la limpieza y desinfección, distanciamiento de las personas, adaptación al uso de accesorios de protección personal, etc. son las únicas armas que tenemos contra un “enemigo invisible”, que entiendo ha venido para quedarse.